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Vecino de Santiago centro

Partageons les bonnes idées.

Por Juan Guillermo Tejada.

He estado observando a los candidatos a la Alcaldía de Santiago, y no logro encontrar por quien votar. Creo que no viven en la comuna. Por razones variadas he pasado dos tercios de mi vida viviendo y trabajando en Santiago Centro, y sin ser candidato -y seguro que sería un pésimo alcalde, de los peores ever- puedo igual constatar que Santiago es, ante todo, una comuna en decadencia, en acelerado proceso de destrucción y autodestrucción. 

Sus vecinos o vecinas padecen en carne propia la degradación urbana en términos de inseguridad, confusión, vandalismo, delincuencia, gentrificación, fuga de residentes tradicionales, cambio sociológico, depredación inmobiliaria, decadencia del espacio público y degeneración progresiva de los barrios y construcciones patrimoniales. Santiago Centro era el corazón de la ciudad y del país, y es hoy una comuna martirizada.

Tengo una idea para remediarlo, y no es mía, la he visto en otras ciudades: se trata de frenar la decadencia rescatando la calidad de vida de los barrios. Que los vecinos y vecinas tengan una vida más agradable, vivir o trabajar en Santiago no tiene por qué ser un martirio. Tal sería el norte de toda la acción municipal.

Para una mejor vida de los barrios hay que poner en primer lugar a las personas que habitan en la comuna. Eso implica desincentivar que la gente de otras comunas pase tanto por el Centro, porque ya no es como antes, ahora no hay aquí gran cosa que venir a hacer. Los trámites y las compras se hacen on line, y las mejores tiendas están en otras comunas. Santiago es visitado cada día por dos millones de personas, cuatro veces la población residente que es de medio millón: una desproporción brutal. Tanta visita es innecesaria –salvo en algunas pocas áreas como el centro cívico de los ministerios, o el barrio universitario de República, etc. También sería indispensable señalar, regular y proteger el uso de las zonas simbólicas como los barrios patrimoniales.

No tiene sentido, pues, que la Alameda sea un eje de circulación, para qué circular tanto. ¡Quietos, oh hermanas y hermanos! Tanta micro de ida y vuelta que corta en dos la comuna carece de sentido. En lugar de facilitar el paso a los autos con su carga criminal de contaminación, hay que dificultarlo, y que sólo puedan pasar los vehículos de los vecinos o los que traen ventas a domicilio, etc.

Yo le pondría a los autos y micros unos recorridos más periféricos, y que solo unos pocos pudiesen pasar por el centro-centro, o sea que circulen por el otro lado del río, o por Santa Isabel, cosas así, quitando pistas de la Alameda que pasarían a ser espacios públicos de calidad y tranquilidad. Que no sea papaya llegar al Centro. El Santiago metropolitano de hoy no es ya una línea cordillera-poniente, sino una conurbación circular hecha de comunas ligadas entre sí por vías diversas. Quizá debiera haber un peaje para pasar un vehículo por Santiago Centro, porque cada pasada de vehículo degrada y complica a la comuna.

También sumergiría del todo la Norte-Sur para reconectar peatonalmente y ciclísticamente –humanamente– Santiago poniente con el centro. Otras comunas están sumergiendo muchísimas más autopistas, por qué no sumergir también la que rebana en dos la ciudad y la comuna. Hay zonas caóticas como Mapocho que deberían ordenarse mínimamente.

En cuanto a la pobreza y a la migración, son temas relevantes que requieren tratamientos integrales, es preciso que esas personas puedan llevar vidas dignas con servicios de salud, educación, con trabajos que no sean trabajos basura.

Nada de eso podrá hacerse si nos atenemos al presupuesto municipal, que se distribuye en Chile muy injustamente, hay mucho más dinero en las comunas ricas, unas diez veces más por habitante, que en las pobres, y eso es absurdo, no puede haber espacios públicos para ricos y espacios públicos para pobres, eso no funciona. Lo mismo con esos megaedificos de 40 pisos que son resultado de emprendimientos inhumanos que deberían estar prohibidos por dañar al bien público al condenar a esos barrios a la decadencia y a una pésima calidad de vida.

Gran parte de los problemas de la comuna de Santiago vienen desde afuera: del gobierno central, de empresas sin ética, del turismo carente de regulaciones, de público flotante, de la indiferencia del estado ante el espacio público y los bienes comunes, de la ansiedad neoliberal destructiva, etc.

A partir de un nuevo ordenamiento anti-circulación y anti-excitación –”Santiago Tranquilo”– podemos apostar por los barrios e invertir en ellos, seguro que Santiago Poniente, Matta Sur, lo que era el Centro Cívico, el barrio Paris Londres, el barrio Brasil, etc, volverán a florecer impulsados por sus vecinas y vecinos, y no arrastrados por vendavales destructores. Lograríamos sumar y no dividir, organizar las cosas de manera armónica, para la mejor vida de las personas. No debiera haber edificios de más de seis pisos. En lugar de tanto auto y tanto comercio enloquecido, oh extraviados, más plazas y parques, terrazas, pistas de bicicletas, mascotódromos…

Vecinos y vecinas debiéramos tener más presencia, más fuerza, defender nuestros barrios, y no dejarnos arrollar pasivamente como si la ciudad fuese de otros: es nuestra.

Sobre las manifestaciones, los manifestantes deben contar con las facilidades para hacer sentir su voz, entender que donde ellos se manifiestan vive gente, niños, parejas, jóvenes, adultos mayores, y las fuerzas de orden deben dedicarse no a las batallas campales sino a proteger la vida cotidiana de los vecinos y la dignidad de los espacios públicos.

Sé que en el gobierno municipal las “ideas” no sirven para nada, y los concejos municipales se dedican a aprobar patentes de alcoholes o permisos municipales, y a modestísimas y apasionadas rivalidades internas. Con todo, a los candidatos y candidatas de la cosa municipal santiaguina, les deseo lo mejor.

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Las opiniones publicadas en esta rubrica no reflejan necesariamente la línea editorial del blog france-chili.com


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